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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

13 de mayo de 2017

¡Feliz día madre jaujina! ¡Feliz día mamá!

Jauja, ciudad pequeña pero grande en historia. Donde llegó en sus inicios una virgen y decidió quedarse para siempre, para ser la madre celestial de todos los jaujinos y que ahora, con tanto amor, cuida a sus hijos. Nosotros que le tenemos tanta devoción, le veneramos y con dulzura le llamamos: “Mamallanchic Rosario” o “Mamita Rosario”. Jauja, ciudad donde la princesa inca, Inés Huaylas Yupanqui, se hizo madre al alumbrar a la primera mestiza del Perú, a Francisca Pizarro Yupanqui, hija de Don Francisco Pizarro.

Ciudad que encierra muchas historias familiares desde antaño, cuantas historias se pueden contar de muchos hogares, de muchas casonas de adobe, que capaz ahora las vemos casi vieja, producto del tiempo y por estar desoladas, pero que años atrás cobijaba una familia completa y relucía sus ambientes y paredes como una “moza” hermosa llena de juventud, bien cuidada y pintada.

Quien no podrá recordar el amanecer jaujino, cuando los trinos de los pajaritos rompían la tranquilidad. Muchas veces amanecía frio y a veces mojadas por el aguacero invernal, pero eso a veces no importaba, porque teníamos el calor de mamá, de papá y de los hermanos. Los fines de semana, cuando no se iba a clases, se podía dormir más tiempo hasta que mamá nos llamaba para tomar el desayuno, llegabas a la cocina para ayudar en algo, aunque mamá lo hacía casi todo, siempre nos encomendaba alguna tarea. Sentarse todos alrededor de la mesa y compartir una taza con cocoa caliente, a veces leche fresca u otra bebida, acompañado con los bollos calientes o con el pan de huevo, muchas veces solo era pan con soledad, otras veces con queso o mantequilla o cancha tostada. No teníamos lujo, ¿pero pobreza? tampoco, solo éramos felices, nunca faltaba comida. Y así era el almuerzo, el lonche y la cena.

Más tarde, se aprovechaba del sol que ya relucía caluroso en el cielo despejado para lavar la ropa y nuestros uniformes. El lavado era a mano, ayudado con una escobilla y con el jabón “Bolívar” o “Patito”, ese jabón artesanal de color casi negro que se vendía en las ferias de los miércoles y domingos. Y para la blancura, su “azul” añil para darle el “toque azulito” a la ropa blanca. Es que la mamá era estricta hasta con la mugre.

Como no recordar las ferias dominicales que se realizaban en la plaza de armas y en los jirones Junín, Grau y calles aledañas de la plaza. Nos llevaba para cargar la bolsa con los alimentos que compraba y de paso aprovechábamos para pedirle que nos compre alguna golosina que nos gustaba.

Así crecimos, así nos enseñó y aprendimos a forjar nuestros valores y morales, porque cuando se trataba de corregirnos, bastaba un grito o una mirada para ponernos tranquilo. Pero también, a veces era cómplice de nuestras travesuras, abogaba y nos protegía cuando papá quería castigarnos. Y después a solas, nos llamaba la atención con ternura y nos hacía prometer que no volveríamos hacerlo.

Por más que pasaron los años, ella, nunca deja de ser madre y nosotros, sus hijos. Aún de grandes, siempre están pendientes y hasta nos llaman la atención. Claro, ya no con la rigidez de antes y tampoco nuestras travesuras no son las inmaduras de antes.

Y en este día especial del Día de la Madre, como no volver a nuestra querida “madre tierra” y en especial, a encontrarnos con nuestra “madre querida”. La primera, la tierra que nos vio nacer y nos dio la identidad de ser jaujinos. La segunda, la mujer que nos dio la vida y forjo la persona que ahora somos.

Mi gran reconocimiento a todas las madres jaujinas, que desde antaño y hasta estos tiempos siguen luchando y saliendo adelante. Muchas veces solas con sus hijos, haciendo a la vez de padre y madre. Otras, siendo el apoyo de sus esposos para progresar como familia. Pero siempre cumpliendo un rol muy importante en el progreso general de Jauja. ¡Feliz Día Madres jaujinas!

Vuelvo a ti madre querida, para sentir tu abrazo, capaz con menos fuerza, pero sentir tu calor. Para mirarte en silencio y tratar de contar los años en tus arrugas y pelos blancos. Para contar el tiempo, cada vez menos, que hará que cuando se vaya terminando, me preguntes cuando partiré. Sé que no te gustaría que me vaya, pero dejaras tu sufrimiento en tu corazón y me dirás que debo partir a seguir con lo mío.

Después de festejar tu día y disfrutarte, yo partiré, con tristeza, pero con la promesa de volver pronto. Como ahora que regreso.

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3 de mayo de 2017

Porqué el mes de mayo es el mes de las cruces

Cuando llega el mes de las cosechas, mes de mayo, nuestros ancestrales celebraban el “inicio de un nuevo ciclo” que es instaurado por la constelación de la Cruz del Sur o Chakana. Su importancia es reverenciada por ser el guiador del hombre de los andes en las épocas agrícolas.

Una forma de agradecer a los ancestros era ir hasta los “centros astronómicos ceremoniales o huacas o ushnos, ubicados en la cima de las montañas, para ofrendar algún producto. Y es que las puntas de los cerros son chakanas, medio de transición entre el “aka pacha” (mundo real) y “hanan pacha” (mundo de arriba).

La devoción a la cruz católica se inicia con la llegada de los españoles en el año 1533, recordamos aún la primera cruz de la conquista que el dominico Vicente Valverde de Vallejeda llevo a Cajamarca en la captura del último inca. Esta cruz llego a Jauja y después de un alto en "Hatun sazwasqa Xauxa Tampu" fue llevado al Cuzco por Pedro de Candía, uno de los trece de la Isla del Gallo.

Los dominicos quedaron en el Valle del Mantaro con anuencia de Valverde y del Márquez Francisco Pizarro, después de la fundación española de Xauxa (Jauja) la Capital de la Nueva Gobernación de Castilla.

Tras la caída del imperio incaico, los misioneros optaron por utilizar esos espacios y ubicar un símbolo cristiano: la cruz. Ellos impusieron la creencia de que el 3 de mayo, fecha en que la constelación está en posición cenital, se festejaría el día en que se encontró la sagrada cruz de Cristo.

Esta labor se vio reflejada en la colocación masiva de cruces en la cima de los empinados cerros, pueblos y barrios, construyendo las capillas de "Tayta Cruz", "Tayta Cristo", etc.

Esta difusión ha quedado perennizada en la costumbre de los habitantes del Valle del Mantaro hasta hoy, en las fiestas de "Safa Casa", donde los padrinos colocan una cruz metálica en la parte más alta de la casa construida como testimonio de la evangelización. Así mismo en la entrada y salida de los pueblos se colocaron cruces para venerarla públicamente, o las populares "mesa de difuntos" que ofrendan alimento a los muertos, o las "mezadas" que ofrendan el pago a los Wamanis.

Es así que observar una cruz en la cima del cerro es sinónimo de la división de dos mundos. Ni bien llega mayo tiene que renovarse de energías; entonces, hay que llenarla de flores y más ofrendas para que pasee por los campos. Tiene que ser agasajada por todos, antes de retornar al cerro. Así el próximo año la cosecha será mejor.

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