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Jauja, donde pagan a los hombres por dormir, fustigan a los hombres que insisten en trabajar, los árboles son de tocino y sus hojas de pan de fino. Las calles están adoquinadas con yemas de huevo y lonjas de tocino, asadas y fritas...

5 de julio de 2016

Homenaje al maestro con cariño

No olviden la poesía y los ejercicios de matemáticas para mañana. Así terminaba las clases del profesor Oscar Peña cuando nos enseñaba en la escuelita 315512, ex 500. Al día siguiente, después de haber formado y pasado revisión de higiene, que consistía en tener pañuelo limpio, zapatos brillantes y cabello corto, ingresábamos al salón y nos parábamos en nuestras respectivas carpetas. El profesor Peña, ingresaba y se ubicaba en su pupitre y con un ademán nos decía pueden sentarse. Después de una reseña de la fecha que conmemorábamos, elegía a cada uno de nosotros al azahar para salir al frente y recitar, quién declamaba, retornaba a su carpeta, quien no, “al rincón quita calzón”. Cuando terminaba con todos, tocaba el castigo para los que no cumplieron con la tarea, que era de tres azotes en la mano con un látigo de jebe de llanta de carro, no había campana que nos salve porque era al inicio de las clases. Era un profesor con una metodología a la antigua y a veces aplicaba la premisa de “la letra con sangre entra”. Nos dejaba abundante tareas, especialmente de matemáticas y teníamos que cumplir porque ya sabíamos el castigo que nos esperaba al día siguiente sino cumplíamos. En esos momentos no entendíamos su proceder, a veces renegaba porque no tenía mucho tiempo para salir a jugar a la calle con los amigos, pero en cada alumno construyo una base sólida de responsabilidad y de principios morales que nos sirvió para seguir los estudios en el Glorioso San José y más tarde, en la universidad. Ahora la gran mayoría somos profesionales y en cada lugar del mundo que nos encontremos, le agradecemos y le recordamos como un gran profesor. Qué tiempos aquellos que los recuerdo con nostalgia.


Antes en Jauja sólo existían tres colegios nacionales, el Carmen, El San Vicente y el San José, no había los particulares. Cuando estudiamos en el glorioso San José encontramos buenos profesores que también siguieron forjando nuestro porvenir. Profesores que no solo se dedicaron a dictar sus clases, sino a ser nuestros guías académicos, tutores, asesores y amigos durante los cinco años de permanencia. Porque aparte de enseñarnos diversos cursos, nos enseñaron a tener identidad, a aprender a amar, así sea lo poco que pudimos tener en nuestros hogares, las pocas oportunidades que nos brindó nuestra tierra, pero eso fue lo de menos, porque aprendimos a querer y a valorar lo que teníamos, A muchos nos tocó salir de Jauja, otros se quedaron, pero eso se refleja ahora en el amor a nuestro colegio y a nuestra tierra. Salimos de Jauja pero nuestro corazón se quedó en ella, más si dejábamos a nuestra madre.

Igual experiencia vivieron las jaujinas que estudiaron en el Colegio Nuestra Señora del Carmen y en el Colegio San Vicente de Paúl. Ahora son mujeres luchadoras y de éxitos.

Los profesores, profesionales abnegados que eligieron esta carrera para educar a nuestro país sin importar la comodidad o distancia. Recuerdo cuando viajé por motivos de trabajo al distrito de Buldibuyo, departamento de La Libertad, un viaje de tres días continuos por una carretera pésima y un ómnibus sin comodidades, ya no sabía cómo sentarme y cuanto anhelaba llegar de una vez a mi destino. Al otro lado de los asientos iba una señorita que cuando bajé del ómnibus ella siguió viajando hasta Huaylillas, era profesora y me admiro su voluntad de viajar a un lugar tan lejano a cumplir su vocación. Yo estaba tranquilo porque sabía que en dos días regresaba a Lima, en cambio la profesora se quedaría a trabajar en un pueblito donde no había luz eléctrica ni agua potable. Así como esa profesora, hay miles de docentes que se encuentran trabajando en el anonimato y cumpliendo su deber en lugares quechua hablantes donde es más difícil enseñar y tienen que ser maestros bilingües intercultural enfrentando una educación centralista, donde el estado emite normas de educación pensando solo en los colegios de Lima o de las principales capitales de provincias. Pero estos centros educativos no solo son el Perú, sino también las escuelas y colegios de muchas comunidades rurales.

Por esta razón y de manera especial, en este día del maestro, recordamos y rendimos honores a todos los profesores que trasmitieron sus enseñanzas y valores; a quienes nos enseñaron a ponerle música a las letras, es decir, a leer; a quienes nos enseñaron llenando con letras y números la pizarra, desgastando la tiza blanca en conocimiento. Ahora muchos de ellos ya tienen cabellos blancos, canas de sabiduría.

¡Feliz día del maestro!

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