Como es de costumbre y
siguiendo nuestra tradición, este fin de semana nuestra pasión por la danza
emblemática de Jauja, nos llevó a Acobamba, Tarma, para acompañar a nuestra amiga
Stefany Lizarraga con un brindis y para rendir homenaje al milagroso Señor de
Muruhuay.
Desde la mañana, de a
poco nos concentramos en la plaza de Jauja, fui el penúltimo en llegar, los
amigos ansiosos llamaban a cada momento para apurarme. El motivo se prestaba
para culturar la tunantada, es que no es tiempo de tunantada en ningún lugar de
Jauja y que mejor que llevar nuestra gala y tradición a otro lugar.
Ya en la ruta, en
ascenso a Lomo largo, pudimos apreciar la hermosura del lado norte de Jauja,
gracias a la sabiduría y relatos del maestro Henoch Loayza, pudimos apreciar y
conocer un poco más del majestuoso Qhapaq Ñan, que aún queda muchos vestigios y
que nos acompañó hasta Huaricolca, hasta perderse por las alturas. Quedamos
fascinados y entendemos que debemos fomentar su conservación. En varias
oportunidades, Henoch nos muestra en ambos lados de la carretera, los lugares
donde están ubicadas las ruinas. En un momento nos indica el lugar donde se
encuentran dos Ushnus similares al de Xatun Xauxa, fascinados porque al menos
yo creía solo la existencia del Ushnu que se encuentra en Sausa Tambo. Ante
tantas maravillas, acordamos programar una caminata para conocer todo esos
lugares.
Desde la altura,
divisamos a Tarma, quien nos empieza a recibir con hermosos paisajes bien coloridos,
toda primaveral, que hace honor a su bien ganada denominación como “La Perla de
los Andes”. Ya en Acobamba, llegamos para un “caipin cruz”, era necesario después
del pequeño viaje y previo al almuerzo, Nos entreveramos con la música, los
danzantes e invitados; entre abrazos y saludos de recibimiento empezamos a
disfrutar de la tunantada. Luego, Henoch Loayza, Percy Gómez y Gustavo Chávez se
fueron a cambiarse sus atuendos de Huatrila y Príncipe, respectivamente.
Las horas pasan,
aumenta el júbilo y las notas musicales de la orquesta transforman nuestros
movimientos en quiebres con elegancia y sentimiento. De seguro, alguien de
nosotros no podrá evitar unas lágrimas. Así, toda la cuadrilla hacemos ingreso
a la plaza de Acobamba, bailando por todo el perímetro y deleitando a los
pobladores quienes se aglomeran y sus miradas se confunden con nuestros movimientos,
algunos no pueden evitar y se manifiestan simulando a algún personaje
tunantero, otros aplauden emocionados por ver multitud de caretas, de hilos
antiguos y multicolores impregnados en sus bordados, de indumentarias que se
resisten al paso del tiempo.
Muchos comprenden que no
es solo danza, sino que es arte en movimiento. Y así, con nuestro pasacalle,
nos perdemos de la plaza rumbo al coliseo de Acombamba, donde seguiremos
danzando y cultivando amistades hasta que las horas sean propicias para
regresar a Jauja llenos de recuerdos y anécdotas.
La vez pasada fue Sausa Tambo, esta vez fue Acobamba, ¿mañana?, no sabemos, pero de seguro seguiremos
cultivando la tunantada en su esencia, bailando en la plaza de algún pueblo, compartiendo
experiencia con algún poblador, disfrutando de la melodía de una orquesta, siendo
testigo de la muerte del atardecer. Entre bailes, cantos, conversa y abrazos; los
amigos, haremos promesas de seguir por las rutas de su majestad, la tunantada.
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